Durante el transcurso de los últimos 20 años, hemos sido testigos del auge tecnológico y de los procesos de digitalización en sectores tan imponentes como la tecnología móvil, la informática o la automoción. Hemos pasado de esperar decenas de segundos en acceder a una página web a descargarnos en ese mismo tiempo una película en alta definición. Desde la perspectiva informática, hemos pasado del almacenar ficheros de texto en disquetes a llevar lapiceros digitales de bolsillo con infinidad de contenido multimedia disponible en un solo click.
La pregunta que debemos hacernos es la siguiente: ¿Qué está ocurriendo en el sector de la iluminación?
En el sector de la iluminación estamos siendo testigos de 2 grandes revoluciones. El proceso de LED-ificación y con ello el reemplazamiento de las antiguas tecnologías de alumbrado y por otro lado, el proceso de digitalización e interconexión. La LED-ificación es una realidad y basta con salir a la calle para ser conscientes de ello, pero la digitalización y el despliegue de iluminación conectada deberían hacernos reflexionar previamente.
Las empresas del sector de las telecomunicaciones afrontan cada día el gran problema que supone abastecer, ya no sólo a las personas, sino a los objetos cotidianos de acceso a Internet. Miles de dispositivos se abren al IoT (Internet de las Cosas) para poder proporcionar información, actuar sobre ellos y facilitar de esta forma la vida del ciudadano.
La pregunta que debemos parar a hacernos es la siguiente: ¿Por qué no utilizar como red de acceso a Internet la infraestructura de alumbrado público para cubrir toda esta demanda?
El alumbrado público se caracteriza por llegar a los lugares más recónditos, una distribución medianamente uniforme y un posicionamiento idílico de cara a abastecer los hogares y las ciudades. Si añadimos a esto la disponibilidad de suministro energético así como el hecho de no requerir obra civil, lo que facilita y abarata notablemente los despliegues, podemos confirmar que la red de alumbrado público tienen todas las papeletas para comenzar a jugar otro papel más allá del actual, más allá de “dar luz”.
Podemos empezar a pensar en conectar los dispositivos de nuestro hogar a través de la iluminación. Podemos pensar en proporcionar acceso a dispositivos allá donde no lleguen otros soportes de conectividad como las redes Wi-Fi o Ethernet. Incluso, podemos pensar en conectar otros servicios como el agua o la administración pública con la iluminación. Todo esto es posible, pero para ello necesitaremos hablar de Interoperabilidad.
Si bien es cierto que existe una clara apuesta por entidades públicas y privadas por la puesta en marcha de las denominadas ‘ciudades inteligentes’, el soporte físico y pilar fundamental para alcanzar la interoperabilidad, es decir, el entendimiento entre distintos servicios, son las redes de telecomunicación. El objetivo prioritario de esta interconexión de dispositivos, más allá de guerras tecnológicas, tiene que ser el propio usuario. Un usuario que busca sencillez, busca información que le permita llevar a cabo la toma de ciertas decisiones y fundamentalmente busca fiabilidad. Es decir, busca que su servicio esté activo y disponible las 24 horas al día. Por todo ello, el diseño y puesta en marcha con éxito de una red de comunicaciones se convierte en el reto fundamental desde la perspectiva de la ingeniería para garantizar lo mencionado previamente.
La interoperabilidad a nivel de dispositivo, nos permite conseguir que dispositivos diseñados para distinto fin como los contadores de agua y las luminarias de alumbrado público, consigan intercambiar información y proporcionar a estos datos una ruta dinámica para alcanzar Internet. De esta forma, los datos podrán viajar con transparencia y trazabilidad hasta un servidor en la nube. Y aquí reside el gran enigma. ¿Qué servidor contendrá los datos? ¿Qué plataforma utilizaré para leer el contenido de esta información? Por ello, debemos hablar de un segundo nivel de interoperabilidad. Una interoperabilidad a nivel de nube o plataforma, en el que distintos servicios desplegados como el agua, la luz, las basuras y muchos otros se “presten” los datos con el único objetivo de facilitar la vida de los usuarios.
Los bancos, la empresas de recursos energéticos y grandes compañías comienzan a aceptar en sus modelos de negocio esta interoperabilidad a nivel de plataforma, donde el valor añadido reside en la información, reside en los datos.
Desde el sector de la iluminación, siempre a la vanguardia tecnológica, no podemos ser menos.
Miguel Sousa
División de Sistemas Inteligentes de ELT